lunes, 17 de febrero de 2014

Media Verónica. De lágrimas y arrugas.



Verónica tiene un gusto especial y extraño, le gusta planchar. Disfruta el olor de la tela al contacto con el aparto caliente, el vapor, y sobre todo el poder que ella tiene de pasar sobre la sábana de algodón una plancha y a su paso desaparecer todas las arrugas. Limpiar ese lienzo, controlarlo, darle forma. Había descubierto en esta actividad más bien tediosa un placer culpable. Era ella y la plancha. Pero sobre todo lo que mas le gustaba de esta actividad era que le permitía llorar, porque es sabido que planchar en seco no tiene los mismos resultados. 

De modo que aprendió a plancha para poder llorar, y a llorar para poder planchar. Sus lagrimas se escurrían mientras desaparecían las arrugas y aumentaba la temperatura. Y mientras la canasta de ropa blanca perfumada de sol y jabón neutro se iba acabando, lo mismo sus lagrimas. Había aprendido a calcular de forma casi perfecta la cantidad de ropa y a igualarla con la cantidad de lagrimas. De modo que sus razones para llorar dependían del día de la semana. 

A veces lloraba por Gabriel, con quien vive hace 3 años después de una boda civil, para no hacer hablar a los abuelos. Pero Gabriel es buen marido y buen acompañante, así que no le da tantas razones para llorar pero si mucha ropa que planchar. Entonces empezaba a llorar por los amigos y los conocidos. Su madre y su casa de la infancia. 

Era tal su habilidad y sus ganas de vestirse que cuando de verdad se le acababan los pretextos empezaba a llorar por cualquier cosa. Las guerras en el mundo o los cajones desordenado de su mueble de arriba. Un poco por acordarse del tema pero sobre todo por planchar. 

Desde que descubrió este maravilloso truco dejo de llorar en cualquier otra situación que no fuera esta cotidiana tarea del hogar. 


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